En Memoria de…

Acompañé a mi madre, muy temprano en una mañana de enero, con rumbo al terminal de buses junto a mi sobrinita Dany, porque iban a la playa a reunirse con mi hermana, de vuelta en mi casa -estando solo y desocupado- me propuse realizar una mañana de orden y aseo en mi dormitorio. Cuento corto, saqué mucha ropa del clóset para regalar y definitivamente olvidar, en el transcurso me topé con una carpeta que ya casi había olvidado, mi ánimo disminuyó al máximo y los recuerdos se apoderaron de mi mente trayendo miles de pensamientos que ya no querían continuar ahí, inevitablemente volvieron y me dispuse a darles un alto, previniendo alguna remota ocasión futura en que pudiera repetirse algo similar, era mejor cortar los malos recuerdos en el acto. Está bien, los recuerdos no provienen de los objetos, regalos o escritos, pero también hay que reconocer una especie de catársis al reunir todos los elementos que nos traen algunos “seres” a la memoria presente -que está tratando de sanar- para desecharlos en un antiguo y especial rito sanador.

Junté todos los recuerdos desglosados de aquella carpeta olvidada en un rincón de mi pieza, mientras los observaba y leía por última vez, unas cuantas lágrimas aliviadas rodaron por mi mejilla acompañadas de una profunda tristeza, se despedían finalmente de mi compungido corazón. Quiero creer que es el tiempo indicado para sanar y dejar esos recuerdos que no hacen bien; no puedo controlarlo y al parecer tampoco puedo controlarme a mí mismo. Una oscura y solitaria noche entraste en mis sueños, fue extraño verte así, tal vez era una premonición de la despedida pendiente en mí, ahora estás lejos -en todos los sentidos- y ya no te detendré más…

… Adiós.


Los suspiros son aire y van al aire,
Las lágrimas son agua y van al mar,
Dime:
Cuando el amor se olvida
¿Sabes tú adónde va?

*Gustavo Adolfo Bécquer.